Telegrama Urgente
Señor Gobernador
Apenas hace una semana, iniciaba mi quinta carta dirigida a usted, de la cual, como en las anteriores, tampoco he tenido respuesta, con el siguiente párrafo: “Si seguimos permitiendo los abusos y agresiones de personajes cercanos al Poder gubernamental y de otros grupos que reprimen periodistas, más pronto que tarde, lamentaremos más muertes o desapariciones de compañeras o compañeros periodistas en Veracruz”.
Las agresiones a Máxima García y Miriam Gracia, no pueden ser consideradas como exabruptos o reacciones pasajeras de dos alcaldes cuestionados en su desempeño como servidores públicos. Ante las agresiones verbales y amenazas, antes de que se conviertan en agresiones físicas de muy lamentables consecuencias y ante su silencio, me es inevitable recordarle que es su responsabilidad garantizar el respeto a sus personas, trabajo y familias, al igual que a toda y todo ciudadana y ciudadano, en tránsito o que radican en nuestro estado.
Lamento tener que seguir en estos temas, pero la realidad me obliga. Quisiera que hubiera más compañeras y compañeros unidos en estas llamadas de atención o reclamos. No pierdo la Esperanza de que así sea.
Pero más lamento su silencio ante estas y otras agresiones a periodistas y su falta de respuestas institucionales y fraternas a favor del trabajo de las y los periodistas.
No quisiera por nada del mundo que tuviéramos que volver a registrar en Veracruz notas periodísticas como las que informan de las agresiones y muertes de otros compañeros periodistas, como el caso de Raúl Gib Guerrero y otros desaparecidos y asesinados, cuyos crímenes permanecen en la impunidad.
¡Y ahora más grave! Lamento las agresiones a compañeras periodistas, que ante su silencio y la falta de acción por parte de la autoridad para frenar esas reacciones viscerales y agresiones verbales por razón de ser cuestionados en su desempeño como presidentes municipales, podrían desembocar en mayores desgracias, como ocurrió en la reciente semana en contra de la periodista de origen Ruso Anna Politkovskaya, quien por su trabajo valiente y limpio, se convirtió en la conciencia incómoda en Rusia.
En Memoria de Anna Politkovskaya
Anna Politkovskaya, fue una periodista que se atrevió, a investigar abusos, torturas y crímenes políticos tanto en Moscú como en Chechenia. Abiertamente fustigó a Vladimir Putin.
La nota de Enrríque F. Molinero de El Universal, este domingo 15 de octubre de 2006, desde Berlín, Alemania, nos ilustra de algo que no queremos que ocurra n Veracruz, ni en ninguna otra parte nunca jamas.
“Cuando Ramzan Kadyrov, el poderoso y temido primer ministro de Chechenia y protegido del Kremlin, cumplió 30 años, el jueves de la semana antepasada, la periodista Anna Politkovskaya dijo en voz alta que el mejor regalo de cumpleaños que se le podía ofrecer era llevarlo ante una corte para juzgarlo como criminal. Dos días más tarde, un asesino a sueldo ponía fin a la vida de la periodista más conocida y más premiada de Rusia, y la más famosa informadora rusa en el mundo.
Después de disparar tres tiros a quemarropa sobre su víctima, el asesino hizo un cuarto disparo directamente a la cabeza de Anna ya sin vida, para que no quedaran dudas de que había cumplido con éxito su terrible misión. Antes de abandonar el edificio, el asesino dejó al lado del cuerpo de su víctima la pistola que utilizó para matarla: la firma inequívoca de los asesinos a sueldo, pero también una clara señal de impunidad.
¿Quién ordenó asesinar a Anna Politkovskaya? Los poderosos oligarcas no tenían motivos para matarla, pero la comunicadora era odiada y temida en las filas del ejército y de la policía, pero también en el Kremlin. ¿O fue Ramzan Kadyrov, un hombre que nunca había ocultado su odio hacia ella a causa de su implacable trabajo realizado en Chechenia?
En los círculos democráticos rusos como en el resto del mundo, existe la certeza de que Anna Politkovskaya fue eliminada porque se había convertido en una reportera demasiado incómoda, una profesional valiente que se había especializado en investigar los crímenes políticos que se cometen en Rusia y los abusos del poder, una especialidad que la había convertido en una especie peligrosa.
Anna Politkovskaya era una especie peligrosa en Rusia porque tuvo la valentía y el coraje de escribir en forma critica sobre las violaciones y abusos de los derechos humanos en Chechenia, pero también porque tuvo la osadía de criticar sin piedad en un libro famoso -La Rusia de Putin- al actual inquilino del Kremlin, a quien acusó de presidir un gobierno que está llevando de vuelta al país a su pasado soviético. El libro jamás se ha publicado en Rusia.
Anna Politkovskaya nació hace 48 años en Nueva York. Hija de un diplomático soviético en Naciones Unidas, disfrutó de lo mejor de los dos mundos, tuvo acceso al mundo prohibido de la literatura occidental y compartió veladas en su casa con generales de cuatro estrellas y miembros de la nomenclatura.
Pero cuando la base del imperio comenzó a socavarse y nació la Perestroika, la joven decidió moverse en la dirección equivocada y se propuso convertirse en periodista. Después de graduarse en la Universidad estatal de Moscú, en 1980, comenzó a trabajar para Isvestia, luego en la Obshchaya Gazeta y desde 1999 en la Novaya Gazeta.
El comienzo de su fama y el principio de su fin se inició en 1998, cuando viajó por primera vez a Chechenia para entrevistar al presidente Maskhadov. Desde entonces se obsesionó con la atormentada República y cuando estalló la segunda guerra en 1999, intuyó que el conflicto podía marcar el fin de la libertad en Rusia, porque Vladimir Putin la utilizó para aumentar su popularidad y poder ganar las elecciones en el año 2000.
Quienes la conocieron, entre ellos varios corresponsales occidentales, afirmaron que la periodista nunca se consideró una corresponsal de guerra y que su motivación profesional no estaba influida por convicciones políticas, sino por su determinación de contar lo que ella misma observó y vivió, sobre todo en Chechenia.
Durante años escribió sobre las torturas, las ejecuciones masivas, los secuestros y la eliminación sistemática de los rebeldes sospechosos, pero también denunció el negocio de los soldados rusos que vendían los cuerpos sin vida de los chechenos a sus familiares para que pudieran enterrarlos según los ritos musulmanes.
Sus denuncias la convirtieron en persona non grata en Moscú y en Chechenia, donde las fuerzas rusas la arrestaron en 2001 después de acusarla de violar las leyes que impusieron una severa censura a la cobertura periodística. Ese mismo año, decidió viajar a Viena para escapar a varias amenazas de muerte que recibió en Moscú.
Pero aún quedaba mucho por hacer en Rusia y había pocos periodistas que estaban dispuestos a contar lo que estaba pasando en su país, y sobre todo en Chechenia. Es mismo año regresó a Moscú y poco después publicaba un libro sobre la guerra.
"El ejército y la policía, aproximadamente unos 100 mil hombres, vagan a través de Chechenia en un estado de completo decaimiento moral", escribió en su libro Un pequeño rincón del infierno: despachos desde Chechenia, en donde describe la brutalidad de la guerra y el sufrimiento de miles de civiles inocentes que fueron asesinados, torturados o secuestrados. "¿Y qué respuesta puede uno esperar que no sea más terrorismo y el reclutamiento de nuevos combatientes de la resistencia?".
En los últimos meses, Politkovskaya había concentrado su trabajo en la persona de Ramzan Kadyrov, el primer ministro checheno y las nuevas violaciones a los derechos humanos en esa región. Poco antes de ser asesinada confesó que había concluido una larga investigación sobre la tortura en Chechenia y que debía ser publicada el lunes pasado en el periódico Novaya Gazeta.
El último trabajo inconcluso de la informadora, publicado el jueves por el Novaya Gazeta, denuncia la puesta en marcha de una industria para la "fabricación" de expedientes penales contra chechenos inocentes para obtener confesiones y, de esa forma, ofrecer buenos indicadores al Kremlin de la lucha contra el terrorismo.
"Cuando la fiscalía y los tribunales trabajan, no en defensa de la ley o para castigar a los culpables, sino por encargo político y para rendir unas cuentas de la actividad antiterrorista que satisfagan al Kremlin, las causas penales se fabrican como tortillas", escribió Politkovskaya. "¿Estamos combatiendo la ilegalidad con la ley, o golpeamos con nuestra ilegalidad la de ellos?".
El trabajo como deber
El subeditor del diario donde Politkovskaya trabajaba, Vitaly Yaroshevsky, dijo que la muerte de la periodista seguramente se debió al trabajo que realizaba. Lo mismo piensan los investigadores.
"No vemos ningún otro motivo para este horrible crimen", dijo Yaroshevsky.
En el 2001, Politkovskaya huyó a Viena luego de recibir varios correos electrónicos advirtiéndola de que un policía al que había acusado de cometer crímenes atroces contra civiles quería vengarse de ella.
En el 2002 participó de la negociación con los rebeldes chechenos que tomaron rehenes en un teatro de Moscú.
Hace dos años, en una entrevista con la BBC, Politkovskaya dijo que era consciente del riesgo que corría debido a su trabajo, pero que su deber era continuar.
Compañeras y compañeros periodistas, evitemos los excesos del Poder en todos los sentidos en contra de los ciudadanos de nuestros amados pueblos, por nada dejemos que el silencio ante las agresiones permitas los excesos en contra de nadie, los periodistas al igual que los demás, somos seres humanos que amamos a nuestra patria.
Si amar a nuestra patria y defender desde nuestra labor de periodistas, el respeto a los valores como la honradez y la honestidad, son un delito; entonces todos somos culpables.
La amplia y contundente solidaridad institucional … ¿ Vendrá?
Nuestras Esperanzas, permanecen.
Veremos…